Día Internacional de los Voluntarios
En el dia de ayer, 5 de diciembre se celebró el Día Internacional de los Voluntarios. Esta es una excelente oportunidad para resaltar y agradecer la hermosa labor que realizan miles de personas alrededor del mundo para impactar positivamente en sus vidas y en las de los demas. Segun el Secretario General de la ONU, António Guterres, el rol activo del voluntariado en conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible merece todo el apoyo por parte de los Gobiernos y la sociedad en general. La temática de este año es "Voluntarios por un futuro más inclusivo", alineado al objetivo de desarrollo sostenible que busca la igualdad.
Quiero aprovechar este espacio para compartir un articulo que escribi hace 2 años junto a mis compañeros voluntarios cuando tuvimos la oportunidad de participar en el programa Vamos Colombia.
Katanzama, un Reencuentro en la Sierra
El pasado 17 de agosto tuvimos la fortuna particpar en la iniciativa ‘Vamos Colombia’ desarrollada por la Fundación ANDI, un espacio de trabajo para la reconciliación en comunidades afectadas por el conflicto armado en el país. El escenario de tan valioso momento fue el resguardo indígena Arhuaco #Katanzama una zona ubicada a 2 horas de la ciudad de Santa Marta, en donde trabajamos hombro a hombro con el ejército, ex combatientes en proceso de reintegración, la comunidad Arhuaca y voluntarios de 19 empresas presentes en el país; con el único objetivo de unirnos para que la tribu recuperará su acceso al mar, el cual les fue despojado desde hace más de 500 años.
Durante 4 días estuvimos inmersos en el entorno de esta comunidad indígena, conociendo acerca de sus costumbres y tradiciones, participando en sus plenarias, aprendiendo sus enseñanzas de amor por la naturaleza y danzar al ritmo de su música ancestral. En cada historia que escuchamos y acto colaborativo que apreciamos, las palabras de aliento para seguir entregando lo mejor de nosotros, corroboró que la participación en estos espacios vale la pena. También fue posible reconocer la necesidad de perder el miedo a la construcción de paz, y aprender a trabajar juntos para dar el paso adelante, venciendo a la violencia, el rencor y la falta de sensibilidad hacia las víctimas.
En nuestro trabajo como voluntarios, participamos de las siguientes actividades que nutrieron este programa, y nos enseñaron las tradiciones de nuestras raíces, las que se convirtieron en el vínculo natural para trabajar juntos, sin importar la que entidad que representábamos para cumplir este objetivo:
Bibliotecas: Durante esta actividad, contamos con la participación de los representantes más pequeños de la tribu Arhuaca, algunos representantes de empresas y del Ejército Nacional. Nuestro objetivo fue embellecer los salones de clase del “Centro del Conocimiento Arhuaco” y habilitar un espacio adecuado para una biblioteca, cuyos libros fueron donados para esta actividad. Al unir nuestros esfuerzos, ideas y hasta nuestra creatividad, tuvimos tiempo para hablar de nosotros, respetando los silencios necesarios para rescatar las lecciones de cada historia y así llevarnos la imagen verdadera de cada uno.
Dejamos a un lado las percepciones con las que llegamos, apreciando que estamos en la misma tierra que a todos nos cobija, sufriendo (unos más que otros), desde distintos escenarios, el conflicto que vivió nuestro país. Este fue un espacio para unirnos, para abrir nuestros corazones por iniciativa propia, con la seguridad de que este simple acto de reunión y reconciliación estábamos construyendo país.
Finca de Cacao: Uno de los más grandes desafíos que enfrentamos fue a resistir largas caminatas, las cuales nunca habíamos realizado. Antes de llegar al resguardo, tuvimos la oportunidad de ayudar en el centro donde se procesa el cacao recolectad, donde tuvimos una inducción general del líder indígena, para después conformar grupos de trabajo y realizar distintas tareas.
Un grupo se encargó de embellecer los alrededores del edificio, haciendo trabajos de jardinería, mientras otros se dedicaban a lavar pisos, ventanas, contenedores y paredes. La temperatura era alta, sin embargo, esto no fue impedimento para trabajar motivados y compartiendo con todos los participantes. Después del tiempo de almuerzo, cuando todos descansábamos se presentó la oportunidad de escuchar la historia de un desmovilizado que pertenecía a las AUC, presente en el lugar, más que una historia, fue un gran testimonio de vida. Entendimos cuáles fueron sus motivaciones para ingresar a ese grupo armado, las funciones que realizó, su proceso de desmovilización y cómo logró seguir adelante con su vida, lejos de la guerra. Un momento emotivo, lleno de reflexiones, en el que sentimos que el perdón y la reconciliación son posibles.
Pasó el tiempo y sin esperarlo, el descanso terminó. Continuamos la travesía hacia la finca de cacao, caminamos por la orilla del rio Don Diego, que entre subidas y bajadas, ponía a prueba en cada uno de nosotros la resistencia de nuestro cuerpo, con la ventaja de contemplar la naturaleza. Un ahora después, llegamos a la finca, donde pudimos observar una zona que fue inundada días antes por una súbita creciente del río. Allí nos recibió una familia Arhuaca. El líder del grupo nos indicó las actividades en las que podíamos ayudar, entre ellas retirar la maleza y las hojas alrededor de la planta de cacao.
Conocimos la importancia de cada tarea para la siembra de cacao y con mucho ánimo nos pusimos manos a la obra. Cerca de las 5 de la tarde tomamos una lancha con rumbo al resguardo en Katanzama. A pesar del cansancio la energía en el grupo permanecía intacta. Al llegar a la a la desembocadura del rio en el mar, disfrutamos de un majestuoso atardecer que solo tomó unos cuantos minutos, no podíamos demorar mucho, pues, sin conocerlo, el camino a recorrer era largo.
Caminamos varios kilómetros por la playa hasta llegar a Katanzama. En el resguardo nos reunimos con nuestros compañeros satisfechos de haber culminado con éxito nuestra meta. Una experiencia única, exigente, de mucho esfuerzo y sobre todo inolvidable.
Reforestación: Bajo un sol radiante en una mañana de viernes, 25 voluntarios tomaron sus herramientas y salieron dispuestos a trabajar con esmero para reconstruir con buenas acciones el rasgado tejido social de su país, fue un camino largo, kilómetros recorridos, sometidos a un calor abrasador, que terminó en una pequeña escuela de un asentamiento ubicado en predios del Parque Nacional Sierra Nevada, un territorio en el que armónicamente conviven varias comunidades indígenas y campesinas reclamando incesablemente su propiedad al estado. Al llegar, fuimos recibidos por la hospitalidad de un grupo de campesinos que aguardaban por conocer la voluntad de este grupo de visitantes. Luego de una agradable bienvenida, los campesinos expusieron sus necesidades y su inconformidad con el gobierno por los problemas que les ha generado, por décadas, la falta de claridad en la propiedad del territorio. Fue tal su descontento, que iniciaron una acalorada discusión con los funcionarios de gobierno presentes en el viaje, el cual después llegó a un acuerdo que les permitiera a los voluntarios cumplir con su misión, para trabajar unidos y sin diferencias, a favor de la comunidad.
Tras llegar al acuerdo, rápidamente nos enfocamos en la misión propuesta, con azadón en mano picos y palas fueron cavadas las bases para sembrar los árboles que le permitirían tener a los más pequeños un entorno ideal para desarrollarse, ellos también pusieron sus pequeñas manos a la obra sembrando y regando los árboles nativos de esta zona para verlos crecer. Fue así como 90 árboles fueron plantados y terminaron siendo el resultado de la unión de un grupo de colombianos que dejó al lado las diferencias para contribuir al bienestar de las actuales y futuras generaciones, de las que esperamos, serán capaces de disfrutar la belleza del corazón del mundo arhuaco, la Sierra Nevada.
Compostaje: Esta actividad fue sencillamente emocionante, en la que tuvimos la fortuna de conocer, trabajar y aprender de un campesino que vive dentro de la zona declarada Parque Nacional, conocimos su historia desde que llegó a Santa Marta y se asentó en aquel lugar. Nos dio a conocer la situación que están viviendo como campesinos y las fuertes restricciones que tienen para cultivar y construir dentro de esa zona. Entre estas restricciones expresadas por los campesinos, se encuentra el hecho de no poder usar fertilizantes comerciales y procesados, por lo que el compostaje se convierte en la única opción para poder cultivar. De nuevo conformamos equipos para hacer el trabajo de manera efectiva, de tal forma que todos pudiéramos concentrar nuestros esfuerzos en conjunto para lograr la meta.
La disposición de cada persona fue vital para llevar a cabo cada tarea, aun cuando muchos no conocíamos algunas herramientas o no entendíamos cómo utilizarlas, aprendimos y entregamos toda nuestra disposición para hacerlo de la mejor forma posible. Nosotros solo completamos la primera parte de un proyecto que esta comunidad debía continuar con el pasar de los días.
Gracias a esta labor, todas las familias de este resguardo se verán beneficiadas no una, sino en varias generaciones que permanecerán en esta zona. Lo vivido en esta experiencia, reafirmó que vale más un corazón dispuesto a ayudar, entregándose por completo para el bien de otros. Cada una de las personas que participamos teníamos habilidades, culturas, costumbres, ocupaciones, ideologías muy distintas, sin embargo, logramos tener algo en común y es el amor por nuestro país y nuestra gente.
Fuentes: https://www.un.org/es/observances/volunteer-day
Quiero aprovechar este espacio para compartir un articulo que escribi hace 2 años junto a mis compañeros voluntarios cuando tuvimos la oportunidad de participar en el programa Vamos Colombia.
Katanzama, un Reencuentro en la Sierra
El pasado 17 de agosto tuvimos la fortuna particpar en la iniciativa ‘Vamos Colombia’ desarrollada por la Fundación ANDI, un espacio de trabajo para la reconciliación en comunidades afectadas por el conflicto armado en el país. El escenario de tan valioso momento fue el resguardo indígena Arhuaco #Katanzama una zona ubicada a 2 horas de la ciudad de Santa Marta, en donde trabajamos hombro a hombro con el ejército, ex combatientes en proceso de reintegración, la comunidad Arhuaca y voluntarios de 19 empresas presentes en el país; con el único objetivo de unirnos para que la tribu recuperará su acceso al mar, el cual les fue despojado desde hace más de 500 años.
Durante 4 días estuvimos inmersos en el entorno de esta comunidad indígena, conociendo acerca de sus costumbres y tradiciones, participando en sus plenarias, aprendiendo sus enseñanzas de amor por la naturaleza y danzar al ritmo de su música ancestral. En cada historia que escuchamos y acto colaborativo que apreciamos, las palabras de aliento para seguir entregando lo mejor de nosotros, corroboró que la participación en estos espacios vale la pena. También fue posible reconocer la necesidad de perder el miedo a la construcción de paz, y aprender a trabajar juntos para dar el paso adelante, venciendo a la violencia, el rencor y la falta de sensibilidad hacia las víctimas.
En nuestro trabajo como voluntarios, participamos de las siguientes actividades que nutrieron este programa, y nos enseñaron las tradiciones de nuestras raíces, las que se convirtieron en el vínculo natural para trabajar juntos, sin importar la que entidad que representábamos para cumplir este objetivo:
Bibliotecas: Durante esta actividad, contamos con la participación de los representantes más pequeños de la tribu Arhuaca, algunos representantes de empresas y del Ejército Nacional. Nuestro objetivo fue embellecer los salones de clase del “Centro del Conocimiento Arhuaco” y habilitar un espacio adecuado para una biblioteca, cuyos libros fueron donados para esta actividad. Al unir nuestros esfuerzos, ideas y hasta nuestra creatividad, tuvimos tiempo para hablar de nosotros, respetando los silencios necesarios para rescatar las lecciones de cada historia y así llevarnos la imagen verdadera de cada uno.
Dejamos a un lado las percepciones con las que llegamos, apreciando que estamos en la misma tierra que a todos nos cobija, sufriendo (unos más que otros), desde distintos escenarios, el conflicto que vivió nuestro país. Este fue un espacio para unirnos, para abrir nuestros corazones por iniciativa propia, con la seguridad de que este simple acto de reunión y reconciliación estábamos construyendo país.
Finca de Cacao: Uno de los más grandes desafíos que enfrentamos fue a resistir largas caminatas, las cuales nunca habíamos realizado. Antes de llegar al resguardo, tuvimos la oportunidad de ayudar en el centro donde se procesa el cacao recolectad, donde tuvimos una inducción general del líder indígena, para después conformar grupos de trabajo y realizar distintas tareas.
Un grupo se encargó de embellecer los alrededores del edificio, haciendo trabajos de jardinería, mientras otros se dedicaban a lavar pisos, ventanas, contenedores y paredes. La temperatura era alta, sin embargo, esto no fue impedimento para trabajar motivados y compartiendo con todos los participantes. Después del tiempo de almuerzo, cuando todos descansábamos se presentó la oportunidad de escuchar la historia de un desmovilizado que pertenecía a las AUC, presente en el lugar, más que una historia, fue un gran testimonio de vida. Entendimos cuáles fueron sus motivaciones para ingresar a ese grupo armado, las funciones que realizó, su proceso de desmovilización y cómo logró seguir adelante con su vida, lejos de la guerra. Un momento emotivo, lleno de reflexiones, en el que sentimos que el perdón y la reconciliación son posibles.
Pasó el tiempo y sin esperarlo, el descanso terminó. Continuamos la travesía hacia la finca de cacao, caminamos por la orilla del rio Don Diego, que entre subidas y bajadas, ponía a prueba en cada uno de nosotros la resistencia de nuestro cuerpo, con la ventaja de contemplar la naturaleza. Un ahora después, llegamos a la finca, donde pudimos observar una zona que fue inundada días antes por una súbita creciente del río. Allí nos recibió una familia Arhuaca. El líder del grupo nos indicó las actividades en las que podíamos ayudar, entre ellas retirar la maleza y las hojas alrededor de la planta de cacao.
Conocimos la importancia de cada tarea para la siembra de cacao y con mucho ánimo nos pusimos manos a la obra. Cerca de las 5 de la tarde tomamos una lancha con rumbo al resguardo en Katanzama. A pesar del cansancio la energía en el grupo permanecía intacta. Al llegar a la a la desembocadura del rio en el mar, disfrutamos de un majestuoso atardecer que solo tomó unos cuantos minutos, no podíamos demorar mucho, pues, sin conocerlo, el camino a recorrer era largo.
Caminamos varios kilómetros por la playa hasta llegar a Katanzama. En el resguardo nos reunimos con nuestros compañeros satisfechos de haber culminado con éxito nuestra meta. Una experiencia única, exigente, de mucho esfuerzo y sobre todo inolvidable.
Reforestación: Bajo un sol radiante en una mañana de viernes, 25 voluntarios tomaron sus herramientas y salieron dispuestos a trabajar con esmero para reconstruir con buenas acciones el rasgado tejido social de su país, fue un camino largo, kilómetros recorridos, sometidos a un calor abrasador, que terminó en una pequeña escuela de un asentamiento ubicado en predios del Parque Nacional Sierra Nevada, un territorio en el que armónicamente conviven varias comunidades indígenas y campesinas reclamando incesablemente su propiedad al estado. Al llegar, fuimos recibidos por la hospitalidad de un grupo de campesinos que aguardaban por conocer la voluntad de este grupo de visitantes. Luego de una agradable bienvenida, los campesinos expusieron sus necesidades y su inconformidad con el gobierno por los problemas que les ha generado, por décadas, la falta de claridad en la propiedad del territorio. Fue tal su descontento, que iniciaron una acalorada discusión con los funcionarios de gobierno presentes en el viaje, el cual después llegó a un acuerdo que les permitiera a los voluntarios cumplir con su misión, para trabajar unidos y sin diferencias, a favor de la comunidad.
Tras llegar al acuerdo, rápidamente nos enfocamos en la misión propuesta, con azadón en mano picos y palas fueron cavadas las bases para sembrar los árboles que le permitirían tener a los más pequeños un entorno ideal para desarrollarse, ellos también pusieron sus pequeñas manos a la obra sembrando y regando los árboles nativos de esta zona para verlos crecer. Fue así como 90 árboles fueron plantados y terminaron siendo el resultado de la unión de un grupo de colombianos que dejó al lado las diferencias para contribuir al bienestar de las actuales y futuras generaciones, de las que esperamos, serán capaces de disfrutar la belleza del corazón del mundo arhuaco, la Sierra Nevada.
Compostaje: Esta actividad fue sencillamente emocionante, en la que tuvimos la fortuna de conocer, trabajar y aprender de un campesino que vive dentro de la zona declarada Parque Nacional, conocimos su historia desde que llegó a Santa Marta y se asentó en aquel lugar. Nos dio a conocer la situación que están viviendo como campesinos y las fuertes restricciones que tienen para cultivar y construir dentro de esa zona. Entre estas restricciones expresadas por los campesinos, se encuentra el hecho de no poder usar fertilizantes comerciales y procesados, por lo que el compostaje se convierte en la única opción para poder cultivar. De nuevo conformamos equipos para hacer el trabajo de manera efectiva, de tal forma que todos pudiéramos concentrar nuestros esfuerzos en conjunto para lograr la meta.
La disposición de cada persona fue vital para llevar a cabo cada tarea, aun cuando muchos no conocíamos algunas herramientas o no entendíamos cómo utilizarlas, aprendimos y entregamos toda nuestra disposición para hacerlo de la mejor forma posible. Nosotros solo completamos la primera parte de un proyecto que esta comunidad debía continuar con el pasar de los días.
Gracias a esta labor, todas las familias de este resguardo se verán beneficiadas no una, sino en varias generaciones que permanecerán en esta zona. Lo vivido en esta experiencia, reafirmó que vale más un corazón dispuesto a ayudar, entregándose por completo para el bien de otros. Cada una de las personas que participamos teníamos habilidades, culturas, costumbres, ocupaciones, ideologías muy distintas, sin embargo, logramos tener algo en común y es el amor por nuestro país y nuestra gente.
Fuentes: https://www.un.org/es/observances/volunteer-day
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